lunes, 17 de noviembre de 2008

Presérvalos del Maligno

Lago de Guadalupe, Estado de México,

13 de noviembre de 2008

Mensaje de los Obispos de México
al pueblo de Dios


“No te pido que los saques del mundo
sino que los preserves del Maligno ”
(Jn 17,15)

1. Los obispos reunidos en la LXXXVI Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano, con gran alegría y esperanza, hemos dialogado y compartido conocimientos y experiencias durante estos días con ciento dieciocho laicos, varones y mujeres, procedentes de sesenta y siete diócesis y de algunos organismos nacionales. Se trata de fieles laicos empeñados en la transformación del mundo.

2. La presente Asamblea puede ser calificada como históricamente inédita por su temática, por su metodología y por sus participantes. Juntos, obispos y laicos, hemos logrado profundizar en la naturaleza y trascendencia de los desafíos más relevantes que reclaman la atención de la conciencia cristiana en el ámbito de la política, la economía, la cultura y los medios de comunicación, en esta dramática hora de la vida nacional.

3. A la luz del Evangelio, de la Carta Pastoral del Episcopado Mexicano, “Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos” y del Documento de “Aparecida”, hemos reflexionado sobre nuestras responsabilidades y la necesidad de impulsar un nuevo y valiente protagonismo laical.

4. Llenos de esperanza por la certeza de la compañía que Cristo nos brinda y atentos a los nuevos desafíos que nuestra Patria nos ofrece, los participantes en esta LXXXVI Asamblea Plenaria constatamos que vivimos en un auténtico cambio de época que comporta crisis profundas en diversas dimensiones de la vida personal y social, y grandes oportunidades para construir el Reino de Dios. Asimismo, vemos un buen número de laicos decididos a dar razón y testimonio público de su fe en los diversos ambientes en que viven: matrimonio, familia, trabajo, política, empresarios, cultura, medios de comunicación y defensa organizada de la vida humana.

5. Aceptamos como una gracia, la sed de Dios de nuestro pueblo especialmente entre los jóvenes e intelectuales que buscan la manera de establecer un diálogo entre la fe y la razón. Esta realidad nos vuelve a convocar a remar mar adentro con la nueva evangelización.

6. Agradecemos la presencia y participación del Sr. Presidente de la República, Sr. Felipe Calderón Hinojosa, en nuestra Asamblea y reconocemos, en todo lo que vale, el enorme esfuerzo del Gobierno Federal en la lucha contra el narcotráfico y la delincuencia organizada en todos los niveles. Con la esperanza de que las vidas cegadas en este combate florezcan en frutos de justicia y paz para la nación, y que pronto se logre una mayor coordinación entre las instancias responsables de perseguir el delito e impartir la justicia. ¡Cuánto sería conveniente que el Gobierno Federal, los Gobiernos de los Estados y los Partidos Políticos hicieran un pacto de unidad en la lucha contra la delincuencia organizada, para erradicar la corrupción de las estructuras del Estado Mexicano, en todos los niveles! Un acuerdo político es más necesario que nunca, ya que los bienes que están en juego no admiten la falta de colaboración solidaria entre todos.

7. Es encomiable el esfuerzo que están realizando las autoridades financieras para afrontar la crisis económica mundial y procurar el menor daño a los mexicanos. Una base que nos llena de esperanza es la alianza por la calidad de la educación, respuesta a un clamor generalizado de padres de familia, de maestros y de la sociedad en general que reconoce a la educación como un camino para el desarrollo integral.

8. Nos duele en carne propia la situación de un México herido y desencantado por los problemas de inseguridad, secuestros, sobrepoblación en las cárceles, corrupción general, hambre y marginación, desintegración familiar, rezago educativo, ineficacia en la búsqueda y aplicación de la justicia, narcotráfico, violación a los derechos humanos y crimen organizado que ponen en evidencia una falla en la conciencia personal y social al momento de reconocer la inalienable dignidad de la persona humana en todas sus fases de desarrollo. Así como la falta de valor civil y de denuncia.

9. Desde este punto de vista, la despenalización del aborto, en algunas entidades federativas, constituye el momento en que, de manera más explícita, se corrompe el fundamento del auténtico Estado de Derecho y se lastima la dignidad de los seres humanos más vulnerables e indefensos. Asimismo, la promoción activa de una vida sexual sin referentes morales objetivos, asociada al menosprecio de la familia constituida en torno al matrimonio, afecta gravemente la viabilidad de nuestra sociedad a mediano y largo plazo.

10. Las fallas profundas en el modelo educativo nacional han generado que nuestros niños y jóvenes se encuentren expuestos a un proyecto cultural con graves deformaciones éticas, antropológicas y cívicas.

11. Todos estos graves problemas se dan en el contexto de una crisis financiera global que coloca a México en una difícil situación, ya que el poder adquisitivo, la capacidad de ahorro y la posibilidad de emprender nuevas experiencias de trabajo generadoras de riqueza justamente distribuida, se dificultan enormemente para la mayor parte de la población. De hecho, México sigue siendo un país altamente inequitativo en el que la riqueza se encuentra concentrada en manos de muy pocos, mientras que más de la mitad de la población continúa viviendo debajo de los mínimos requeridos para poder desarrollarse de acuerdo a su dignidad.

12. La común preocupación de obispos y laicos por la delicada situación que sufre México nos urge a todos como Iglesia a una vivencia más decidida y coherente de nuestra identidad cristiana. Los obispos, como Pastores de la Iglesia, sin buscar el poder temporal, no podemos desentendernos de la realidad en la que vive nuestro pueblo y en la que descubrimos verdaderos signos de los tiempos que manifiestan un especial llamado de Dios. Asimismo, para los fieles laicos, este escenario social adquiere una especial significación, ya que por propia vocación, son quienes están llamados a transformar el mundo según Cristo.

13. Anunciar a Cristo al interior de los más diversos ambientes, estructuras e instituciones no puede realizarse más que renovando la conciencia de que el Evangelio es una buena nueva para toda persona y para toda la persona. Evangelizar es hacernos prójimos y anunciar que Jesucristo ha asumido y redimido la historia concreta de cada ser humano. De este modo, los cristianos al preocuparnos por los diversos temas y problemas de nuestro mundo partimos del hecho de que la fe en Jesucristo colabora de manera significativa a humanizar la existencia de los hombres y las mujeres en su contexto real. Esto muestra que evangelizar siempre es civilizar, es decir, promover el auténtico desarrollo humano de las personas y de los pueblos.

14. Los obispos mexicanos reconocemos junto con todos los obispos de América Latina y el Caribe que: “… a todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que ‘no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva’” (Aparecida 12).

15. Estamos convencidos de que los fieles laicos no sólo son miembros de la Iglesia a título pleno, sino que constituyen una verdadera expresión sacramental del servicio de la Iglesia al mundo. En ocasiones, el clericalismo se ha extendido tanto en laicos como en clérigos, dificultando que la identidad laical sea realmente reivindicada y proyectada en todos los ámbitos de la vida social. Por esa razón dijimos en la Carta Pastoral “Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos”: “Los fieles laicos cumplen su vocación cristiana principalmente en las tareas seculares. Su colaboración en el ámbito intraeclesial, si bien es relevante, no debe suprimir aquello que constituye su misión propia y específica dentro de la sociedad y de la Iglesia… es moralmente inaceptable que un laico traicione tácita o explícitamente los valores del evangelio en la vida social, y más si posee una responsabilidad pública de cualquier índole... Más aún, los fieles laicos han de ver en la participación política un camino arduo pero privilegiado para su propia santificación. La actividad política no es para los laicos el único modo de cumplir con su vocación. Sin embargo, sí es parte constitutiva e irrenunciable de sus responsabilidades ante Dios y ante la Nación” (270-273).

16. Del mismo modo, descubrimos con preocupación, que tanto fieles laicos como sacerdotes, consagrados y consagradas requerimos de una formación más sólida que permita vivir una fe madura y realmente capaz de ser criterio iluminador y transformador de las realidades terrenas, de acuerdo con Cristo. A través de esta formación será posible afirmar la verdad sobre el hombre revelada en Cristo, no sólo en el orden teórico, sino fundamentalmente como principio permanente, como criterio de juicio y como inspiración real para la acción de los laicos. De este modo, será posible responder a los diversos desafíos políticos, económicos, culturales y de los medios de comunicación que tenemos en nuestro actual contexto, con un sentido de trascendencia y confianza en la acción del Espíritu, superando la visión parcial que ofrece el mundo globalizado.

17. Los laicos con gran autonomía y libertad, movidos por la fe en Jesucristo que ha querido quedarse en la historia a través de la Iglesia, deben desarrollar con creatividad nuevos y más eficientes métodos y formas de presencia cristiana en el mundo. Tenemos el ejemplo histórico de laicos como Anacleto González Flores y compañeros mártires laicos, que fueron en momentos muy difíciles, testigos insignes de la vida de fe llevada hasta sus últimas consecuencias. De igual manera, se necesitan nuevas y más eficientes formas de acompañamiento evangelizador de los laicos que transforman el mundo.

18. Dentro de la amplia gama de actividades y compromisos que los fieles laicos pueden realizar con entera libertad, urge un renovado y valiente compromiso en los siguientes ámbitos: - la promoción y defensa valiente y eficaz del reconocimiento del derecho a la vida, desde la fecundación hasta la muerte natural; - la promoción y defensa de la dignidad y vocación de la mujer en la sociedad y en la Iglesia; - el fortalecimiento de la familia basada en el matrimonio instituido por el Creador; – la promoción de un modelo educativo que construya personalidades maduras tanto en el ámbito de la fe como en el campo del desarrollo humano integral; - el compromiso solidario con todos, en especial, con los más pobres y excluidos de nuestra sociedad; - la formación en Doctrina Social de la Iglesia de los diversos agentes que participan en las actividades productivas; – la reconstrucción positiva de las relaciones entre fe y razón, entre cristianismo y cultura; – la promoción y defensa de los derechos humanos fundamentales, entre los cuales, el derecho a la libertad religiosa ocupa un lugar prioritario; - la formación de una nueva ciudadanía, más responsable, más participativa y más capaz de comprometerse activamente con la gestión del bien común.

19. En orden a un renovado impulso misionero permanente y en consonancia con la misión continental, que abarque tanto los alejados del influjo del Evangelio, como a los que nunca han recibido la buena noticia, y sin olvidar a los que han perdido el entusiasmo del principio, los obispos nos comprometemos a hacer todo lo que esté de nuestra parte para reconocer y promover activamente un nuevo protagonismo de los fieles laicos en la Iglesia y en la sociedad, particularmente en lo que toca en la participación cívica y política. Ya que de los fieles laicos depende, en buena medida, el que ante los desafíos culturales del presente y del futuro, podamos ofrecer como Iglesia un aporte significativo para la construcción de una sociedad con una orientación más humana y en el fondo más cristiana.

20. “En el mundo tendrán tribulaciones, pero ¡ánimo! Yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). Regresamos a nuestras comunidades reanimados, esperanzados y agradecidos con Jesucristo, Señor de la Historia, que nos sigue enviando a proclamar la buena notica del Reino. México nos necesita a todos y todos debemos responder con magnanimidad y esperanza, a los retos que el presente nos ofrece. Por ello, hemos de superar las diversas desconfianzas que algunas veces han marcado las relaciones entre jerarquía y laicado, y, recomenzando desde Cristo, dar un paso nuevo en el camino para la construcción de una sociedad más justa, solidaria y reconciliada mediante la reconstrucción del tejido social, en la que se verifique el aporte y novedad del acontecimiento cristiano para todos los mexicanos. Los saludamos con afecto. Que Santa María de Guadalupe y San Juan Diego, discípulos y misioneros, nos consigan las gracias necesarias para perseverar anunciando el evangelio de la vida y la esperanza, para todos en nuestra querida Patria.

Por los Obispos de México

+ Carlos Aguiar Retes
Obispo de Texcoco
Presidente de la CEM

+ José Leopoldo González González
Obispo Auxiliar de Guadalajara
Secretario General de la CEM


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